Los caballos de los jinetes
Que aguardan campantes bajo el abrigo de un viejo Guanacaste
Destellan vapor que al sol ilumina las caras de los que duermen
Y avivan los ojos estrellados de los que aún sueñan despiertos
Que jodida guerra
Que amores crueles
Que vida tan llena
De sustos y resaltos
Y las gotas que en el campo caen suaves como algodón
Mojan los pechos hinchados de quien pierde a su querido
Por un amor desenfrenado
Por una desnuda insensatez
Por una ciega ilusión de apoderarse del universo y ser un héroe en exaltación
Que vivan los pastos verdes,
Las montañas verdes,
Los mangos verdes,
Y las hojas verdes
Que prenden fuego entre mis manos
Mientras camino las cornisas,
Imaginando conclusiones
Que concluyen imaginaciones
Volteretas, serpentinas,
Los diablillos y las gigantas;
Cafetales y gallinas,
La vaca muca y las tortillas.
Que vivan los besos de mi abuela,
Los piojos de mi infancia,
La inconfundible sencillez de una inocencia que no es pasajera
Mas viviente, incandescente,
Astuta y conformista
Que atrae insectos a mi paladar
Que revolotean sin cesar.
Bajo ese Guanacaste… aquel robusto y bien formado
Mis ojos son de los que brillan
Al destello del sudor de los caballos.
Líbrame Padre eterno
De los temores nocturnos,
Y las saetas que vuelan de día
Y la tempestad que de noche acecha
No miraré hacia atrás, mas siempre mis recuerdos están
Ahuyentando antagónicas conclusiones
Y epitáficos aciertos a canciones desafinadas
Y notaciones afónicas y mal formadas
Que intentan espantar composiciones desenfrenadas
Y poesías embriagadas
Que suenan hoy, por las calles del viejo Monteverde.
Si el obrero que siembra piedras, una encima de otra,
Ve en su trabajo una escultura
Y en su descanso un edificio de fuerzas por gastar;
Que vivan los rostros que en sus espaldas cantan
Y que alientan su dulce caminar.
J. Andrés Vargas 09/2006
Wednesday, November 08, 2006
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